“Las inteligencias poco capaces se interesan en lo extraordinario; las inteligencias poderosas, en las cosas ordinarias”

Víctor Hugo

La época donde se nos medía a todos con la misma vara llegó a su fin, el modelo educativo tradicional que propagaba la idea de una inteligencia única medida por el coeficiente intelectual, quedó reducido en un mar de capacidades para alcanzar nuestro potencial. 

De nada vale ocupar el tiempo y la energía de una persona en temas genéricos y actividades estándares que no le ayudan a desarrollar su máximo potencial. Con esto no me refiero a quitarle importancia a la cultura general, pero creo que debería ocupar un mínimo de los esfuerzos educativos y evaluativos.

Los sistemas educativos se van actualizando para valorar las cualidades de los niños desde sus primeros años, para saber hacia dónde guiarlos según sus talentos. En el mundo empresarial, se entrena a las personas en altos cargos para desarrollar una variedad de habilidades con el fin de guiar a sus equipos de trabajo: identificando, potenciando y aprovechando las capacidades que posee cada trabajador para alcanzar mejor rendimiento y resultados.

La inteligencia es la capacidad que tenemos de asimilar, aprender, comprender, razonar y adaptarnos efectivamente en diferentes situaciones, para tomar decisiones asertivas y lograr la resolución de problemas en cualquier ámbito.

El desempeño de la inteligencia depende en gran medida de la memoria, la atención, la percepción y la creatividad. Mientras que su desarrollo incluye habilidades cognitivas, emocionales y sociales que son vitales en el éxito en la vida, por lo que no se define como un concepto único e inflexible.

La teoría de las inteligencias múltiples

Cada persona tiene capacidades y habilidades en diferentes niveles que le hacen más o menos inteligente en ámbitos como la calidad de vida, las relaciones y el trabajo. Si bien ya habían diferentes acercamientos con esta idea, fue el psicólogo e investigador Howard Gardner quien creó esta teoría que revolucionó la forma como nos asumimos y valoramos a los demás.

Gardner propone que existen diferentes tipos de inteligencias, algunas de ellas se nos dan de forma natural y al reconocerlas pueden ayudarnos a elegir cómo emplearlas en nuestro beneficio, mientras que existen otras que -aunque parezcan difíciles- es posible desarrollar e integrar de forma efectiva.

En su propuesta, la inteligencia se divide en 8 matices: lingüística-verbal, lógico-matemática, espacial, musical, corporal-kinestésica, interpersonal, intrapersonal y naturalista. Posteriormente, estudiosos como Sternberg, Goleman y Damasio llevaron la teoría a 12 inteligencias integrando a la emocional, existencial, creativa y colaborativa; ampliando un universo de posibilidades que se sienten mejor la única evaluada por el coeficiente intelectual.

El autoconocimiento nos ayuda a identificarlas, conocerlas y saber dónde desempeñarlas para integrarlas en nuestro autoconcepto, por lo que será más fácil relacionarlas entre sí para volvernos más proactivos.

Tipo de inteligencia

Descripción

Cómo desarrollarla

Actividades asertivas

Inteligencia intrapersonal

Capacidad de entenderse a sí mismo y las motivaciones propias.

Reflexionar sobre las experiencias personales. Desarrollar autoconciencia y el autocontrol.

Autodesarrollo, psicoterapia, coaching, consejería.

Inteligencia emocional

Habilidad de reconocer y entender las emociones propias y de los demás.

La comprensión de las emociones y desarrollar empatía. Practicar la meditación y la atención plena.

Terapia, trabajo social, enseñanza y liderazgo.

Inteligencia corporal – kinestésica

Capacidad de controlar el movimiento del cuerpo y desarrollar habilidades motoras.

Desarrollar conciencia y coordinación corporal. Practicar actividades físicas, juegos, bailes, manualidades, ejercicios, pantomima.

Deportes, danza, actuación, pintura, terapia física.

Inteligencia interpersonal

Capacidad de entender los deseos, intenciones, estados de ánimo y motivaciones de otras personas.

Escuchar y observar a los demás. Desarrollar empatía, comprensión del lenguaje no verbal y de las relaciones interpersonales.

Trabajo social, liderazgo, enseñanza, psicología, ventas y derecho.

Inteligencia espacial

Capacidad de apreciar, visualizar y manipular objetos en el espacio y crearlos físicamente.

Dibujar, diseñar, construir modelos. Practicar la creación de imágenes mentales y la orientación espacial.

Arquitectura, diseño gráfico, ingeniería, fotografía, publicidad, artes plásticas.

Inteligencia naturalista

Capacidad de comprender, sensibilizarse y manipular a la naturaleza.

Observar, estudiar y respetar la naturaleza. Aprender sobre exploración, ecología, clasificación y botánica.

Ecología, botánica, veterinaria, agricultura, aromaterapia.

Inteligencia existencial

Capacidad de reflexionar y cuestionar sobre la existencia y psicología humana.

Reflexionar sobre la vida y la muerte. Contemplar, filosofar, debatir y desarrollar la espiritualidad.

Filosofía, psicología existencial y acción solidaria.

Inteligencia creativa

Capacidad de generar ideas novedosas y útiles, plantear soluciones originales desviándose de lo habitual.

Practicar lluvia de ideas y resolución creativa de problemas. Desarrollar curiosidad, flexibilidad, imaginación y adaptabilidad. Jugar y escribir historias.

Diseño, publicidad, emprendimiento, escritura, marketing, innovación, enseñanza.

Inteligencia colaborativa

Capacidad de trabajar de manera efectiva en equipo para alcanzar metas, con escucha y respeto.

Desarrollar integración, comunicación y colaboración. Tomar retos en colectivo. Aprender a liderar y a seguir a otros.

Trabajo en equipo, liderazgo, enseñanza, psicología de grupo.

Inteligencia lingüístico – verbal

Capacidad de usar el lenguaje de manera efectiva en la comunicación y la gramática.

Leer, escribir, escuchar y hablar con frecuencia. Aprender nuevos idiomas. Juegos de palabras y rimas.

Periodismo, escritura, oratoria, idiomas, enseñanza.

Inteligencia lógico –matemática

Capacidad de resolver problemas lógicos y matemáticos con razonamiento deductivo.

Resolver problemas matemáticos y lógicos. Realizar experimentos. Aprender a listar, esquematizar y sobre programación.

Ciencias, física, matemáticas, estadística, programación, economía, contabilidad.

Inteligencia musical

Capacidad de apreciar, diferenciar, comprender, transformar y expresar formas musicales.

Aprender a tocar un instrumento, cantar y componer. Aprender la teoría musical y el baile. Desarrollar la contemplación.

Interpretación musical, composición, dirección, enseñanza de música.

Valorar la diversidad de talentos en nosotros mismos y en los demás, nos invita a utilizar nuestra autenticidad para desarrollar con destreza y proactividad nuestro potencial y alcanzar el éxito en la vida. 

Como complemento a esta información que ha sido determinante en mi proceso de autoevaluación y autoaceptación, comparto un aporte que puede ser muy práctico y de gran alcance para mejorar la dinámica del pensamiento cuando nos agobian las emociones, la lógica, la esperanza y la creatividad.

Seis sombreros para pensar

Este libro de Edward De Bono puede ayudarnos a -como él mismo lo dice- “conducir nuestro pensamiento, tal como un director podría dirigir su orquesta… para pensar de un modo distinto sobre el tema del caso”.

La idea de tener diversos sombreros para evocar un tipo de pensamiento según cada situación, nos conduce a tomar diferentes posturas que puede ayudar a una mejor resolución. Decidir ponerse uno u otro sombrero nos libera de nuestras creencias, limitaciones y arrogancias de creer que tenemos la respuesta correcta, para dar paso a las posibilidades que nos brindan cada uno de ellos.

Todos tenemos la capacidad de pensar, pero ¿cómo lo hacemos? En general, nadie nos enseña a pensar sino que vamos haciéndolo como vemos en los demás o como nos dicen que debemos hacerlo, pero ¿quién está en lo cierto? Tener una referencia de cómo hacerlo y usarlo a nuestro antojo, nos ayudaría a desarrollar nuestras inteligencias de forma individual y en colectivo.

Actuar como si fueran algún tipo de pensador u otro, nos acerca a la posibilidad de serlo, consiguiendo un estilo propio de pensamiento. Cuando el actor asume un papel tiene que pensar como el personaje y actuar en consonancia para creérselo primero y que el público también lo crea.

Para identificarlos y recordarlos, cada sombrero tiene un color que representa un estilo de pensamiento diferente con el fin de asumir la función que corresponde:

Sombrero blanco: es neutro y objetivo, no hace interpretaciones. Se ocupa de hechos objetivos y de cifras.

Sombrero rojo: es impresión, intuición y sentimientos. Es el punto de vista emocional que no necesita dar razones ni fundamentos.

Sombrero negro: es lógico-negativo y al juicio crítico. Cubre los aspectos negativos de por qué algo no se puede hacer.

Sombrero amarillo: es alegre y positivo. Es optimista, cubre la esperanza, se concentra en el beneficio y en hacer que las cosas ocurran.

Sombrero verde: es fértil, abundante y cambiante. Indica creatividad, nuevas ideas, nuevas percepciones y nuevas alternativas.

Sombrero azul: es frío y está por encima de todo como el cielo. Se ocupa del control, la organización del proceso de pensamiento y de los otros sombreros.

Este juego permite el reconocimiento del rol en el que estamos y la expresión genuina del mismo sin establecer juicios positivos o negativos, para movernos hacia los otros. Cada sombrero aporta una parte de la realidad que muchas veces nos negamos a ver sin considerar las posibilidades que nos aporta.

Atrevernos voluntariamente a entrar en esta dinámica, nos ayuda a ver una realidad más amplia. Cuando se emplea en grupos y equipos de trabajo, cada uno puede hablar desde su tipo de pensamiento o ponerse en lugar del otro, lo que se vuelve muy útil ante algún proyecto o decisión para ser más previsivos, sin dejar de abrir posibilidades.

“Si nos sentimos tan inteligentes que creemos poder prescindir de este sistema, podríamos tener en cuenta que dicho sistema haría que esa inteligencia, de la que tanto nos jactamos, fuera más eficaz aún.”

Edward De Bono.

Reconocer nuestro estilo de pensamiento, aprendizaje y expresión nos invita a analizar las situaciones desde diferentes perspectivas. Pero cuando juntamos la inteligencia y la disciplina para expandir nuestro talento, surge el autoliderazgo que nos permite alcanzar ser más asertivos en nuestras decisiones y en la importante tarea de liderar a otros.

En la gestión del talento humano, esto cobra mucho más valor cuando se emplean dinámicas y actividades de equipo con distintos enfoques para que todos las aprovechen al máximo, aumentando la confianza, la sensación de logro y el desempeño hacia los objetivos de la empresa.

Espero que para este momento hayas reconocido lo que tienes y lo que necesitas desarrollar, pero sobre todo que dejes de compararte con los demás para reconocer tu propia autenticidad.

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